Triste tómbola
Artículo publicado en El Heraldo
Con el resultado de esa tómbola perdemos todas y todos. Nos quitan a los jueces profesionales que llegaron a ese cargo a través de estudio y exámenes y, a cambio, nos dan a personas con una calificación de 8 en la carrera.
El sábado pasado el Senado decidió, a través de una tómbola, quiénes son las 711 personas juzgadoras que se quedarán sin trabajo en 2025 y serán sustituidas por la persona que obtenga más votos en no sabemos cuál boleta de qué distrito electoral, porque el INE no tiene ni idea de cómo hacer corresponder los circuitos judiciales con los distritos electorales.
Lo que el Senado no sabe es ¿Quiénes de esas 711 personas construyeron a lo largo de 30 años carreras judiciales intachables? ¿Cuántas y cuántos fueron jueces o magistrados incorruptibles, valientes, capaces y conocedores del Derecho? Ni el expresidente López Obrador se atrevió a decir que ninguno.
Él mismo reconocía que había personas juzgadoras con carreras pulcras. Bueno, pues a ellas y a ellos también se les desechará. Sin argumentos, sin valoración, sin evaluación, sin consideración. El Senado no sabe y no le importa.
Aparentemente la impartición de justicia en México vale tan poco para el Congreso de la Unión que éste es muy capaz de aprobar leyes secundarias con errores de técnica legislativa (véase el documento del Instituto Belisario Domínguez https://t.co/1D4ohXggIT ), para reglamentar una reforma constitucional (también con errores) sujeta a control de constitucionalidad, del cual se quieren desentender con solo afirmar que los amparos no procedían (peligrosísimo precedente para que en su momento la FGR, el SAT, el IMSS y cualquier otra autoridad administrativa tenga a bien decidir cuándo procede o no un amparo).
En unas cuantas horas de un sábado se resolvió con un sorteo lo que requería evaluación, ¿Cuáles eran las personas juzgadoras que México necesitaba conservar? Nunca lo sabremos. Si no fuera tan triste, daría risa el método de la tómbola, la cual ni el Congreso utiliza para decisiones infinitamente menos transcendentes que correr a centenares de jueces, buenos y malos, por igual.
Por ejemplo, cuando se decide cuáles personas legisladoras integrarán las mesas directivas de las distintas comisiones (con su respectivo presupuesto) ninguna de las dos cámaras utiliza la tómbola; negocian, analizan perfiles y tratan de encontrar a la mejor persona para el mejor cargo.
Algo similar se puede decir cuando se realiza la asignación del presupuesto anual para las actividades de los partidos políticos. Sus representantes en el INE no aceptan que se asigne por tómbola; negocian, argumentan, analizan cifras e indicadores. Tampoco se utiliza la tómbola para la inscripción en la lista de representación proporcional para un cargo de diputado o senador o para decidir qué legislador se reelegirá o no. El uso de la tómbola es la negación de la técnica y la política.
Obviamente la implementación de la reforma judicial es un proceso cuyo resultado no le importa a los legisladores, y por eso optaron por usar una tómbola, en la que no creen ni ellos. ¿Qué más da quién se va, si lo importante es que quien llegue sepa quién es el que manda?
Con el resultado de esa tómbola perdemos todas y todos. Nos quitan a los jueces profesionales que llegaron a ese cargo a través de estudio y exámenes y, a cambio, nos dan a personas con una calificación de 8 en la carrera, práctica profesional de 5 años, un ensayo de 3 cuartillas y 5 cartas de referencia. Ya con eso.
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