Hacer patria

Artículo publicado en la revista Gatopardo el día 27 de agosto del 2020.

 

De tanto repetirla, la frase suena natural: “septiembre, mes de la Patria”. ¿Un mes entero para celebrar qué? ¿Una palabra? ¿Una historia común o un destino? ¿El destino de quién? ¿De todos, de muchos? ¿De los patriotas? En los días del mes de septiembre transcurridos desde Aztlán hasta la actualidad, han pasado muchas cosas. Unas más memorables que otras. Sí, para no ir tan lejos, multiplicamos los días transcurridos desde el mes de septiembre de 1810 hasta el de 2020, tendríamos 6,300 días para darle contenido a las celebraciones patrias. ¿Por qué, de entre todos ellos, únicamente elegimos algunos, más bien pocos? En septiembre celebramos, con diversas maneras e intensidades, la proclamación por el presidente Juárez de las leyes de Reforma; la muerte de Ignacio Zaragoza y de los cadetes del Colegio Militar en Chapultepec; la incorporación de Chiapas a la Federación mexicana; la primera interpretación del Himno Nacional; el inicio de la Independencia de México; la toma de la Alhóndiga de Granaditas por los ejércitos de Miguel Hidalgo; la inauguración de la Universidad Nacional de México o el nacimiento de Guadalupe Victoria y José María Morelos y Pavón. Por mero calendario, celebramos otros acontecimientos o gestas, fuera del mes de septiembre, como, por ejemplo: la promulgación de la Constitución, el día de la bandera, el nacimiento de nuestro Benemérito, la Batalla de Puebla o el inicio de la Revolución, a pesar de que cada uno de ellos tiene un significado semejante para la construcción de nuestra patria y de su correspondiente patriotismo.

La diversidad de elementos utilizados para esas construcciones nos advierte de inmediato sobre las condiciones de la empresa. ¿Qué es lo que le da unidad a nacimientos, muertes, personas, batallas, telas, cantos y músicas? Finalmente, la posibilidad de incluirlos en una narración común. En un relato con orígenes, tránsitos y destinos comunes. En un todo llamado patria que termine por evocar y evocarnos, la idea comprendida en la etimología acerca de la tierra de nuestros padres.

¿Pero quiénes son, o somos, los habitantes de esa tierra? ¿Quiénes sí son de ella y quiénes no por tener la suya? ¿La de sus propios y distintos padres? En México y a fuerza de repeticiones cantoras, se asume que si un extraño enemigo profana con su planta su suelo, la patria tiene en cada uno de sus hijos un soldado dispuesto a lidiar con valor al llamado de un clarín con bélico acento. Frente a tantas figuras retóricas, quedan muchos temas por resolver. ¿Qué es la patria? ¿Cuál es su suelo? ¿Dónde empieza y dónde termina su geografía? ¿Quiénes son sus hijos y quiénes sus extraños enemigos?

La composición de la patria es compleja. Se nutre de variados elementos. Nunca es la misma patria. Ciertos personajes no suelen desaparecer, pero si cambiar su importancia en el reparto. Cuando se requieren cambios, se echa mano de los radicales; cuando hace falta narrar la continuidad, se acude a los moderados. A veces, inclusive, unos y otros juegan papeles diferenciados. Con los acontecimientos pasa un poco lo mismo. La expropiación petrolera ha servido para enfrentar a los extranjeros o hacer negocios con ellos al haberse puesto el énfasis, respectivamente, en la soberanía nacional o en la modernización.

La variabilidad de la patria no significa que todo en ella sea cambiante. Que respecto de ella cualquier cosa valga. Lo fijo está determinado, ajustes aparte, por el derecho. Aun cuando las normas jurídicas, en efecto, fijan algunos de sus elementos fundamentales, lo hacen de un modo tan poco folclórico o celebratorio, que pasan desapercibidos en un contexto festivo dotado de alta simbología. Veamos.

La patria suele anclarse en una historia antigua. La continuidad de ésta, más allá de los episodios que la compongan, está fuertemente ligada a momentos de ruptura o de establecimiento reflejados en declaraciones, actas o constituciones legitimantes de los resultados alcanzados. La patria no es el todo, pero sí es la formalización de mucho, de lo alcanzado en procesos finalmente jurídicos. Lo que nos une es la hilvanación de personas, episodios y gestas, con las normas jurídicas que los concluyeron. El Acta de Independencia, la Constitución de 1857 o el Plan de Guadalupe, expresan antecedentes y efectos y, de esa manera, encapsulan etapas o momentos del devenir patrio a efecto de constituir el todo patria.

La determinación de los hijos de los padres requerida por la etimología también está determinada por el derecho. El nosotros frente al ellos es, en principio, una determinación jurídica. Los nacidos en un territorio pueden ser, pero no siempre lo son, habitantes de esas tierras; los hijos de los hijos pueden serlo también. En algún momento y mediante las normas de nacionalidad, unos hijos van a determinar el pedigrí de sus potenciales hermanos. A veces, como en el primer caso, quieren que lo definitorio sea el suelo; en otros, que lo sea la sangre.  Ni mejor ni peor solución. Simplemente una ambigua decisión tomada por quienes por antigüedad pueden tomarla. Tan amplia, como para también permitir que los originarios hijos de otros padres lleven a cabo ciertos ritos para someterse a unas nuevas normas y, con ello, habitar a plenitud y por voluntad en la tierra de aquellos a quienes, como marca la raíz latina, considerarán sus nuevos padres. Será ese mismo derecho el que identifique a quienes no pertenecen a la patria. En un grado inicial, a los extranjeros y, en el extremo, a los enemigos. En el primer caso, para permitirles pisar el mismo suelo; en el segundo, para legitimar su muerte.

Pero ¿cuál es ese suelo común a uno y ajeno a otros? ¿Cómo sé que estoy en mi tierra y cuándo estoy en una ajena? El derecho me lo dice, unas veces por las determinaciones expresas de una constitución nacional, otras por los tratados o las costumbres internacionales. Personas semejantes en el fenotipo y en la lejana cultura, se han matado entre sí por no haber reconocido una línea a sus ojos invisible. Por cruzar un campo sin mojoneras, un arroyo sin marcas. El espacio de cada pueblo es suyo, finalmente, porque ya el derecho lo dijo o lo dirá después de la refriega. Sus normas enmarcan el espacio de la patria.

Dentro de ese territorio, otras normas precisarán el carácter de muchos bienes, entre ellos y particularmente de los necesarios para la construcción de la narrativa patriótica. No de un monumento como tal, sino de una forma de construcción evocativa de lo que con él quiere hacerse. No de cualquier pintura o escultura, sino de aquellas que aporten una continuidad o una fractura. No de todos los poemas o las prosas escritos antes, sino solo de aquellos que hablen de la patria, de los patriotas o de los apátridas.

La conjugación de tantas y tan disímbolas piezas requiere de elementos aglutinadores. De partes que tengan la capacidad de ser al mismo tiempo piezas y estructuras. Una composición musical o un pedazo de tela son lo primero. Un himno o una bandera, lo segundo. No cualquier estrofa o disposición de colores puede sustituir a los cánones. Ellos estarán determinados en algunas normas jurídicas y la alteración física o su mal uso, podrán considerarse como un delito de ultraje sancionable con prisión.

El derecho no crea de por sí a la patria. Acoge sus manifestaciones, las ordena y las sanciona. Con ello, después, la impone. Las normas permiten una alta variedad de combinaciones de acuerdo con los tiempos y los modos de las historias que se estén viviendo. No determinan una genealogía única ni imponen una sola dirección futura. Se limitan a mantener los marcos generales de la narrativa hasta que mediante sus propios procedimientos se produzcan los correspondientes cambios. Hoy Madero puede ser mucho y mañana poco, exactamente igual que ello puede pasarle a Lincoln, De Gaulle, Hitler o Franco.

Cada tiempo genera las condiciones de las mezclas. De aquello que puede combinarse para determinar cuál es la tierra de los padres y quiénes y cómo pueden habitarla. Para hacer patria, el derecho, como sucede con tantos otros fenómenos, recoge, postula y sanciona con una variedad de modos y técnicas las conductas que deben concurrir para que tal posibilidad pueda llegar a acontecer.

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